El valor de la transparencia frente a crisis de comunicación

La transparencia en comunicación tiene muchos enfoques y significados. Y hay muchos grados,
puede ser tenue o muy clara y, entre medias, una larga escala de grises. Asimismo, la
transparencia tiene varias aristas y aquí en estas líneas me detendré en su valor en situaciones
de crisis.

Lo cierto es que la transparencia puede ser bien o mal utilizada. Por tanto, puede tener sus
consecuencias tanto si la usamos bien como si la usamos mal. Como ejemplo, tenemos la
comunicación del cáncer que sufre el rey Carlos III.

En realidad, cuando se trata de instituciones opacas o poco abiertas a la prensa, cualquier paso
hacia delante que procure más claridad y transparencia se valora enormemente. Las casas
reales son el paradigma de entidades que avanzan muy lentamente en esta materia y les
cuesta una enormidad progresar.

Por eso, el anuncio de la casa real británica y el uso claro y sencillo de la palabra «cáncer» se
perciben, desde el punto de vista de la comunicación, como algo positivo. No obstante, como
mencionaba anteriormente, la transparencia puede ser tenue o clara, y en este caso hay más
de lo primero que de lo segundo. Al no dar detalles sobre el tipo de cáncer y su nivel de
gravedad, por las repercusiones que tiene en este caso en particular, se abona el terreno para
la especulación, que es justamente lo que se quería evitar. ¿Consecuencia? tenemos por
ejemplo al primer ministro Rishi Sunak diciendo que lo han cogido a tiempo. Sunak no debe ser
el portavoz.

Finalmente, en situaciones de crisis en comunicación, es habitual que éstas no se limiten a un
«disparo», sino que sean continuadas en el tiempo y esto exige mantener un mismo nivel de
transparencia. Los periodistas continuamente te miden para saber hasta dónde pueden llegar.
La transparencia no puede ser, por tanto, un recurso momentáneo, sino un valor intrínseco de
la comunicación. Está en manos del Dircom poner el listón, pero allí donde lo ponga debe ser
coherente y consistente. Y, si cambia, que sea para bajarlo, no para subirlo. El periodista se
acostumbra a ti y te atribuye unas expectativas. Subir el listón es defraudar. Si, además, esto
ocurre en la misma situación de crisis, se puede ver mermada la confianza.